Kit de trabajo |
Para comenzar,
dispongo todo como de costumbre: periódicos, tarritos para mezcla, bote con
agua para enjuagar pincel, pincel, botes de témpera, papel de cocina, lápiz,
goma, y la lámina. Equipo preparado.
Después de las tres
láminas anteriores, aunque presiento lo complicado de la tarea, me reconforta
saber que he podido, que ya sé de qué va la cosa, y además, que he ido
aprendiendo de los pequeños contratiempos anteriores. Con esa gotita de
confianza, me decido por unas formas menos “formes”. Además, sabiendo que soy
capaz de realizar en caso de urgencia el trabajo a “mano alzada”, decido ir
dando saltos por la lámina.
Tras el orden viene el
desorden, y viceversa. De yin a yang y de yang a yin. Pues eso mismo, al
principio sentía que necesitaba un poco de orden en la estructura, y ahora pude
salir un poco del mismo. A mitad, una gota de pintura cae sobre otro color:
“¡oh, no, ya la he liado!”, pero mirando bien, parecía un ojo de pez, que se
intuía por las formas. Decido pues, sin ser una acción premeditada, proseguir
con el pececillo. Mientras continúo, noto que hay colores que me atrapan, me
llaman, hacen todo lo posible por ser vistos. Los noto vivos, con fuerza. Otras
zonas pasan más desapercibidas, como fangosas (mi pez), y me hace ir saltando
con la vista, igual que he hecho con el pincel.
A ratos me sorprendo
mordiéndome la lengua, concentrada, como cuando alguna tares requiere mucha
destreza. Y ciertamente algunas partes requerían una alta exigencia dentro de
lo que son “mis destrezas” (que viene de diestro, y siendo zurda…).
En otro momento me
noto impaciente. No sé el por qué, pero me noto las prisas. Me paro a pensar
por qué tanta urgencia de repente. ¿Ganas de acabar?, bueno, es una
posibilidad, es la última lámina. Pero no, no es eso… “¡Ah!, me estoy meando”
(bueno, dicho finamente, tengo ganas de ir al excusado a hacer aguas menores,
pero eso no es lo que pensé, claro, yo abrevié). Claro, había estado tan
inmersa que no me había dado cuenta. Eso tiene solución…
Y arreglado el pequeño
contratiempo, seguimos. “¡Oh, oh! Houston, tenemos un problema, el pincel
empieza a “gripar”, ¡está perdiendo pelos, no sabemos si llegará al final! ”.
Bien, con calma, si, si, total… Menos mal que hay algo que me va reconfortando.
Me parece increíble la cantidad de colores que hay, cuanta variedad, cuanta
riqueza. “¡Qué bonito poder apreciar esos detalles de la vida!”, suerte de la
lámina. Cada uno con su matiz, cada uno parte del anterior y a la vez, con su
propia esencia. Me pregunto en un momento: “¿Quién fue el primero en averiguar
que eran tres, más negro y blanco, los colores originales? ¿Y cómo lo hizo?”. A
mi mente viene el recuerdo pasado de una conversación, no sé hace cuanto, ni
con quien, pero decía algo como que el blanco era la ausencia de color, y el
negro la suma de todos, o al revés (cosas de física y refracciones)…
Por curiosidad, acabo buscando algo en internet (Así funcionan los colores)[i],
es bastante interesante, aunque dice que los primarios son el rojo, el verde y
el azul, y los secundarios el cian, el magenta y el amarillo, pero que al
superponerlos, los primarios derivan en los secundarios y el blanco, y los
secundarios derivan en los primarios y el negro (debe ser algo relacionado con
lo de los negativos de que hablaba en la reflexión de la lámina anterior). De
todas maneras, me parece un tema interesante para un posible trabajo por
proyectos entre plástica, física o conocimiento del medio e incluso tecnología…
Seguro que ya lo han trabajado en algún lugar.
A la vez me pregunto
si al igual que existen personas con el oído absoluto, capaces de discernir las
notas tocadas a la vez, por ejemplo, cuando tocas diez teclas del piano a la
vez, te saben decir cuales has tocado, puedan existir personas de “colorido” absoluto. Porque daltónicos sé que existen, pero al contrario, no lo sé.
Probablemente sí. Yo algunos colores los puedo distinguir si están uno junto al
otro, pero no tengo ese tipo de memoria que sabe exactamente si el tono que
tiene delante es igual o no al de otro objeto. Será cosa de las “categorías”
que hacemos a nivel mental para procesamiento de la información (ahora que
estamos estudiando Psicología de la Educación, se nota toda esa influencia).
La lámina transcurre y
me da tiempo a divagar sobre todos esos temas, lo que ahora escribiendo no sé
si lo hacía mientras mezclaba pintura, mientras la esparcía o durante todo el
tiempo.
"Mi creación" |
Y llega el final.
Relleno el último hueco y me quedo parada un momento, no me lo creo, ya está
(no es que haya tardado poco, es que no me creía del todo capaz, pero el último
color es bien distinto. Y pienso: “pues aún se pueden sacar más…”
Me ha gustado la
vivencia, de hecho, pienso en cómo poder hacerles llegar en el trabajo a
alguno de los peques que trato esas sensaciones que yo he tenido, ese
maravillarse y sorprenderse por la aparición de un color totalmente diferente,
esas ganas por probar y experimentar qué saldrá de la mezcla de…, a la par que
trabajamos otros objetivos, claro.
Preciosa experiencia.
¡Nos vemos, hasta pronto!
Felisa
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