El proceso ha sido largo y
tedioso, pero, por lo menos, el resultado ha sido satisfactorio, y eso hace que
se compense todo. Pero regresemos a esos momentos…
Por unas semanas, la “piel” del
perro casi era mi piel…por lo menos venía conmigo a todas partes. A veces sólo
de paseo, pero otras sí que aprovechaba los ratillos para avanzar. Entre tanto,
mi equipo acometía la gran labor de presentarse los jueves a clase (cosa que yo
no podía por motivos laborales) y allí iban confeccionando los decorados. Yo
siempre preguntaba cómo iba la cosa, se siente mal cuando te pierdes parte de
un proceso, aunque se intenta compensar con otras cosas, pero no es lo mismo.
Respecto a este aspecto, ha
habido momentos de tensión. Por un lado, el tiempo se nos echaba encima, por
otro, parecía que, a veces, el ritmo de vida de cada una hace que otros compromisos
se tomen como más prioritarios que esto y, claro, es tomado por el resto del
grupo como una falta de respeto y compromiso hacia el resto del equipo. Y es
que yo siempre lo digo: hablando se entiende la gente. Se avisa, se explica, se
dan razones. Si la otra parte no está de acuerdo, se habla y se intenta llegar
a un acuerdo. Eso es mucho mejor siempre, antes de que la pelota sume y siga
creciendo hasta que reviente. Así creo que uno de los aprendizajes
fundamentales de esta asignatura, además de probarnos en habilidades escénicas
y escenográficas, ha sido la dinámica de grupo, un grupo de 8. Aspectos que,
por mucha teoría que se vea en otros lugares, es la puesta en práctica de
diversas situaciones la que va haciendo que adquieras competencias al respecto
(siempre y cuando trabajes sobre ello, no vale explotar la pelota y dejar volar
los trozos que quedan).Y más vale así, pues las relaciones humanas son
propensas al conflicto, que no a los problemas, y es a través del diálogo que
ese conflicto no pasa a problema, sino a aprendizaje provechoso.
Los días que quedábamos el grupo
en horarios fuera de clase, se destinaba principalmente a pulir texto, acabar
canciones, realizar formato de la obra, y, cómo no, ensayar y ensayar. No os
penséis que por lo dicho anteriormente, trabajar en grupo es sólo caos. Tiene
sus ventajas, sus muchas ventajas. Éramos un grupo cuyas integrantes se puede
decir que cada una era de su padre y de su madre. Y eso puede ser muy
productivo. Cada una aporta una idea, da su punto de vista, opina al respecto.
Cierto es que al principio no ocurría así. Parece existir cierta reticencia a
la hora de dar la propia opinión sobre algo elegido por otra persona, como si
se sintiera que puede resultar herida. Pero creo que no debería ser así. Todo,
dicho con la entonación adecuada, se debería tomar como una crítica
constructiva, una opción a una posible mejora al respecto o un punto de debate
sobre el que pueden tomarse incluso caminos diferentes a los dos propuestos en
principio. Y creo que así ha sido la experiencia. Quizás alguna de mis
compañeras se quedan con un aspecto más negativo, pero, si se analiza bien la
situación y se interpreta con positivismo, creo que es justo como describo.
Volveré a mi propia “piel”, que
es con lo que más he tenido contacto. Mientras cosía rastra a rastra y la
fruncía, no pude evitar pensar en el trabajazo que tenía que ser cuando hacían
las pelucas a mano. En fin, tuve un poco de suerte y alguna que otra rastra me
ayudaron a fruncirla o a coserla la gente que pasaba un rato conmigo. Siempre
viene bien una ayudilla. Sobre todo teniendo en cuenta que, no sé por qué,
siendo zurda coso con la derecha (igual por un aprendizaje vicarial en algún
momento de mi vida). El cuerpo del perrillo estaba claro, pero faltaban
detalles que concretar. Por ejemplo…el hocico.
El hocico iba a ser en un
principio de cartón o incluso con tela rellena como los peluches, pero al
final, mirando por ahí vi un vaso de plástico blanco y unas bolas de porespán
que quedaban a la misma anchura. Sólo quedaba resolver el problema de unirlas y
hacer que se aguantaran a la cara, teniendo en cuenta la cantidad de movimiento
que quería realizar. Decidí, en vez de una tira fina de hilillo transparente
como tienen las narices de clown, podría poner una cinturilla elástica ancha,
blanca. Total, el perro era blanco. Pinté la bola de porespán de negro para que
hiciera las veces de trufita de la nariz. Pensaba pegarla con pegamento o con
cinta aislante, o con alfileres desde fuera, pero entonces un amigo me vio y me
dio la solución: “¿Por qué no la agarras con los alfileres desde dentro?”. Él proponía un alfiler clavado recto,
pero, como ya he dicho, quería buena sujeción, de modo que puse varios en
direcciones oblicuas diferentes. Como ya me conoce, me ayudó a pinchar el vaso
de plástico por dentro y así, creo, me evitó unos cuantos pinchazos que hubiera
recibido mi mano de haberlos realizo yo misma. Aunque con los que yo ya llevaba de
la aguja, uno más, uno menos…jejeje. Sólo le faltaba un detalle a ese hocico. Y
es que en el mundo de los monstruos, con luz ultravioleta, el negro no se ve, y
la canción del perro iba del olfato y el rastro, pero la solución fue sencilla.
Pintando sobre la trufita negra con pintura de cara naranja sensible a la “luz
negra”, el aspecto normal era negra y con la luz se iluminaba.
En cuanto al detalle de la
cabeza, se me ocurrió que podría disimular la parte del cuello si colocaba un
pañuelo y al pañuelo le acoplaba las orejas. Para las orejas pensé en los
cierres de los paquetes de papel higiénico húmedo que tienen como una solapa.
Eso sí, coserlo a la tela que hacía las veces de pañuelo fue toda una aventura.
Primero, Zineb me ayudó a colocarme el pañuelo y me pintó el lugar donde
quedarían colocadas las orejas. Después de coserlas, sólo quedaba conseguir
poner el pañuelo en la misma posición. (:/) Toda una experiencia.
Próximo paso…¡A ESCENA!